Divino Salvador de las almas: cubiertos de confusión nuestros rostros nos arrodillamos en tu presencia soberana, dirigiendo una mirada al solitario Tabernáculo, donde permaneces cautivo de amor, nuestros corazones se conmueven al contemplar la soledad y olvido en que os tienen tus criaturas. ¿Habréis derramado en balde vuestra Sangre bendita? ¿Será inútil tanto amor? Pero ya que nos has permitido esta noche unir nuestras reparaciones a las tuyas, y acompañarte en tu Sacramento, donde Tu, que sois el Sol del mundo, irradias silenciosamente sobre nosotros a todas las horas la luz de la verdad, el calor del amor divino, la belleza de lo sobrenatural y la fecundidad generosa de todo bien; ya que te has dignado escogernos de entre todos los hombres para gozar de tu compañía y amistad, permítenos por los que no os bendicen o blasfeman de Ti, oh pacientísimo Señor Jesús, adorarte por todos aquellos que os tienen olvidado, e implorar para ellos de la infinita misericordia de tu Corazón indulgencia para sus olvidos y para sus crímenes.
¡Oh Jesús! Por nuestros pecados, los de nuestros padres, hermanos y amigos, y por los del mundo entero:
Perdón, Señor, perdón.
Por las infidelidades y sacrilegios, por los odios y rencores:
Perdón, Señor, perdón.
Por las blasfemias; por la profanación de los días santos:
Perdón, Señor, perdón.
Por las impurezas y escándalos:
Perdón, Señor, perdón.
Por los hurtos e injusticias, por las debilidades y respetos humanos:
Perdón, Señor, perdón.
Por las desobediencias a la Santa Iglesia:
Perdón, Señor, perdón.
Por los crímenes de los esposos, las negligencias de los padres y las faltas de los hijos:
Perdón, Señor, perdón.
Por los atentados contra el Romano Pontífice:
Perdón, Señor, perdón.
Por las persecuciones levantadas contra los obispos, sacerdotes, religiosos y sagradas vírgenes:
Perdón, Señor, perdón.
Por los insultos a vuestras imágenes, profanación de los templos, abuso de los Sacramentos y ultrajes al Augusto Tabernáculo: Perdón, Señor, perdón.
Por los crímenes de la prensa impía y blasfema, y por las horrendas maquinaciones de las sectas tenebrosas:
Perdón, Señor, perdón.
Por los justos que vacilan, por los pecadores que resisten a la gracia, y por todos los que sufren:
¡Piedad, Señor, piedad!
¡Perdón, Señor, y piedad por el más necesitado de vuestra gracia; que la luz de tus divinos ojos no se aparte jamás de nosotros; encadena a la puerta del Tabernáculo nuestros inconstantes corazones; danos a sentir algo del calor divino de tu Pecho, y que nuestras almas se derritan de amor y arrepentimiento.
Amén.
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